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Mujeres de la construcción: PyR - Nuevos conceptos en contextos tradicionales

2 julio 2012
ITC Noticias

En Londres, en diciembre de 2011, la empresa jordana Maisam Architects and Engineers recibió ocho prestigiosos galardones en los Arabian Property Awards por su trabajo que abarca arquitectura residencial, comercial y del sector público. Aparte de su cosecha de trofeos, lo peculiaridad de esta empresa de unas 50 personas reside en que las mujeres representan casi la mitad de la dotación de personal en un sector y una cultura donde, indudablemente, las mujeres son minoría.

Meisa Batayneh, fundadora y figura señera de Maisam, dista de ser convencional. Nacida en Taipei, hija del embajador de Jordania en China, le pusieron el nombre nada menos que de Madame Chiang Kai-shek (Meisa es el apodo de Mei-Ling). Desde los 10 años vivió en Jordania y luego siguió a uno de sus hermanos a Estados Unidos para estudiar arquitectura en la Universidad de Texas.

Hoy, no solo es una arquitecta consumada al frente de una empresa muy exitosas de Amman, también forma parte de varias juntas directivas, presidió la filial de Jordania de Mujeres de Negocios (BPW por su sigla en inglés), fue miembro del jurado para la rehabilitación de Fez, Marruecos y es asesora del Ministerio del Medio Ambiente de Jordania, por citar solo algunas de sus actividades.

En Forum de Comercio Internacional hablamos con Meisa Batayneh para conocer su trayectoria profesional y su punto de vista sobre las oportunidades para mujeres de negocios en Jordania y el resto del mundo árabe.

 

Forum de Comercio: ¿Qué la llevó inicialmente a la arquitectura?
Meisa Batayneh: Somos seis hermanos y todos muy creativos en uno u otro sentido. No puedo explicarlo, pero me pregunto si China tuvo algo que ver. De niña, en Taipei, fui a la American Catholic School y después a una escuela dominicana. Paralelamente, la vida en casa era muy árabe.

Después, por mis experiencias en Lejano Oriente y siendo oriunda de Oriente Medio, sentí que estratos de mi subconsciente me habían llevado a descollar en arquitectura. Me di cuenta que sé más acerca de la misión del arquitecto por haber estado en distintas partes del
mundo.

 

FC: ¿Cómo lo descubrió?
Batayneh: Siempre tuve instinto para el estilo y ya de niña mi familia me consultaba sobre todo lo que tenía que ver con el gusto. Recuerdo que cuando mi madre, esposa de embajador, hacía ikebana, yo siempre formaba parte de su creatividad relacionada con el entretenimiento.

Luego, cuando fui a la Universidad de Texas, siguiendo a uno de mis hermanos que estudiaba allí, me matriculé en arquitectura de interior. Cuando estaba cursando el primer año, Anthony Antoniades, destacado arquitecto que enseñaba en esa universidad, vio mi trabajo y me dijo que cambiara de programa porque tenía talento de arquitecta. Ese fue un hito importante y otro, cuando Charles Jencks, famoso arquitecto teórico y paisajista, formó parte de un concurso nacional de Estados Unidos que gané a los 20 años. No me lo esperaba, fue alucinante.

Tal vez en parte por ese premio, me contrataron en el mejor estudio de arquitectos cuando volví a Jordania. Tenía mucho que aprender porque debía entender cómo hacer planos en el mundo árabe. Era árabe, pero no conocía los materiales, los métodos de construcción, etc. Cinco años después, sentí que allí ya no tenía ningún otro aporte que hacer ni nada que ganar; entonces, abrí mi propia empresa y me prometí crear un entorno de trabajo donde la gente tuviera siempre una sonrisa en los labios.

 

FC: ¿Cuál fue el secreto de su éxito?
Batayneh: Me críe en una familia de predominio masculino y mi padre entendía que las mujeres teníamos que recibir más educación que los hombres y jamás dejar la fuerza de trabajo. Consideraba que la mujer debía ser autosuficiente y como era militar, lo decía así: ‘Tu trabajo es tu arma, si alguien te lo quita, te quita tu espada.’ La familia de mi esposo también considera que la mujer debe trabajar; mi suegra fue una exitosa mujer de negocios y senadora varias
veces.

En mi caso fue el carácter, soy muy segura de mí misma. Si quiero la luna, la descuelgo. No obtengo lo que quiero con enojo u obstinación, sino con buena energía y duro trabajo.

 

FC: ¿Con qué barreras tropezó?
Batayneh: A escala mundial, solo hay arquitectos muy famosos, porque el oficio es muy exigente y requiere largas jornadas de trabajo. A veces, vuelvo a casa a las cinco de la mañana. Por lo tanto, la profesión es una barrera en sí.

En segundo lugar, en la universidad no me dijeron que además de arquitecta tendría que ser una persona de negocios. Tuve que aprender la dimensión empresarial a la dura –desarrollo de la marca, marketing, gestión financiera– y fue una lucha.

En tercer lugar, viviendo en una parte del mundo turbulenta, las variables cambian en todo momento. Un día uno se levanta y las reglas cambiaron, lo que obliga a adaptarse y revisar continuamente los propios objetivos estratégicos e indicadores de desempeño.

FC: Su experiencia es bastante excepcional. A su entender, ¿qué dificultades enfrentan otras mujeres?
Batayneh: En Jordania, la educación no es un problema: el 87% de las jordanas cursó estudios y el 55% tiene un diploma universitario. El verdadero problema es la participación porque las mujeres representan apenas el 14,9% de la fuerza de trabajo. Lo que constituye un enorme potencial sin explotar. Me temo, y al respecto soy muy vehemente, que si no rentabilizamos la inversión, ¿para qué educar a las mujeres? Por supuesto que como sociedad creemos que la educación de la mujer es un objetivo final, pero aún no resolvimos qué hace la gente con su educación.

Las expectativas en torno a la fertilidad y el matrimonio son una barrera que perpetúa los estereotipos y los roles tradicionales de la mujer. Y en el caso de aquellas que sí trabajan hay una enorme tendencia a optar por los sectores de la salud, la educación y la manufactura. Las tres cuartas partes de las trabajadores se incorporan a esos tres sectores y, naturalmente, hay más competencia por los puestos y menos oportunidades.

Por último, otra barrera es la falta de transporte público aceptable. Las mujeres no pueden ir al trabajo, decorosamente, en el sistema de transporte actual. Un sistema de autobuses fiables y que funcionen bien, lo que no existe, permitiría a las mujeres ir al lugar de trabajo por un precio razonable y en condiciones aceptables.

 

FC: ¿Qué más habría que hacer para que más mujeres participaran en la economía formal?
Batayneh: Siempre trato de pasar de las normas culturales a soluciones prácticas que permitan derribar barreras. Cuando era presidenta de BPW Jordania, estudié la forma de usar la tecnología de la información en beneficio de las profesionales. Abogué por una iniciativa a domicilio para evitar todas las barreras que le mencioné. Inventé un modelo detallado que permitiera a los consultores, hombres y mujeres, trabajar en su casa. Esa labor influyó en una ley provisional que autoriza a las consultoras –de los campos de derecho, arquitectura, ingeniería y traducción– a trabajar fuera de casa. Conseguimos fondos de USAID para financiar el proyecto que ahora está en fase de prueba.

Un importante beneficio de este último es ayudar a las mujeres a mantenerse en contacto con el lugar de trabajo mientras crían a sus hijos. El programa contribuye a acabar con el miedo de permanecer alejada del entorno laboral por varios años. Muchas mujeres en la cuarentena sucumben a la depresión, pues se preguntan qué han hecho aparte de criar a sus hijos.

También estuve al frente de la iniciativa 'Más cerca de casa' que nació cuando constaté que los operadores más exitosos de telecentros son mujeres. En cada tribu o barrio, hay centros comunitarios donde los vecinos solían reunirse para intercambiar ideas, celebrar bodas o resolver problemas. Hoy, que el país se ha desarrollado, esos centros perdieron su función y su significado y se convirtieron en lugares para pasar el rato. Mi idea fue transformarlos en telecentros donde puedan trabajar mujeres. Dado que están en el seno de la comunidad y cerca de sus casas, se trata de una situación que a padres y maridos no les costará aceptar.

Estos modelos no luchan contra la cultura, ya que funcionan dentro del marco cultural. Deberíamos alentar y celebrar aquello que funciona en nuestra cultura: la comunidad, el pueblo, el propio nido.

 

FC: ¿Qué le motiva a seguir trabajando tan duro?
Batayneh: Lo que me motiva es el sentimiento de humanidad en sentido lato. Tenemos que empezar a recobrar la esperanza y la confianza. Siento que debo cumplir un rol en la creación de un mundo mejor para nosotros y nuestros hijos. Me preocupa que la región árabe se esté polarizando más que nunca porque unos se vuelven más conservadores y religiosos, y otros luchan por más libertad y libertades públicas. Por lo tanto, hoy hay mucho más en juego que nunca y tenemos que ser vigilantes y estar alerta.

En otro plano, las 50 personas de mi empresa tienen trabajo a diario; su entusiasmo y creatividad colectivos son mi principal incentivo. He creado una organización horizontal donde cada cual tiene la posibilidad de crecer y llegar a ser socio, porque tengo previsto que la empresa quede en manos de los trabajadores.

Me renuevo constantemente. Estoy rodeada de jóvenes y a través de ellos me cargo de energía. Nunca interrumpí mi trabajo y disfruto sabiendo que nada puede detenerme. No me desaliento fácilmente y eso viene de haber trabajado toda mi vida, cometiendo errores y viendo los resultados y el éxito. Sí sufro y, a veces, pierdo el hilo, pero ahora estoy felizmente casada, amo a mis hijos y estoy rodeada de personas y amigos maravillosos.

 

Realización y copyright de todos estos proyectos © Maisam Architects and Engineers, Jordania.